viernes, 2 de enero de 2015

Propósitos de año nuevo, ¿de nuevo?

Hace mucho que no me paso por aquí y a decir verdad, no es porque no quiera, sino por aquello de que mi portátil sigue con el teclado estropeado y mi móvil no tiene memoria, así que tuve que borrar la aplicación. 

He de decir que este año no ha sido de mis mejores a nivel personal y horrible a nivel global: desde el racismo haciéndose cada vez más evidente en Estados Unidos, un alcalde comandado por un cártel mandando matar a un grupo de estudiantes en México o el Estado Islámico conquistando territorios en Siria e Iraq para implantar un nuevo "califato". 

2014 fue un año de mierda, en pocas palabras, y yo, personalmente, siento cada vez más apatía respecto a todo lo que me rodea y me aterroriza. No sé si se supone que esto forma parte de crecer y madurar, o si soy yo, que soy  más propensa a los bajones que mi móvil a quedarse sin memoria. 

De todos modos, todo eso da igual, porque es 2015 y, como cada vez que empieza un año, todos nos prometemos a nosotros mismos hacer un cambio radical en nuestras vidas: algunos se propondrán por millonésima vez dejar de fumar y hacer ejercicio de forma regular. A pesar de que cualquier día es bueno para hacer esos cambios en nuestras vidas, nos empeñamos en hacerlos el día uno de enero porque nos da esta sensación de comienzo y cambio que nos encanta incluso a aquéllos que somos más bien inmovilistas. 

Pero llegará el siete de enero y el 90% de los ilusos volverá a fumar y se olvidará de cumplir aquella rutina que encontró en una web de fitness y salud pensando qie sólo será una vez, pero una vez se convertirá en dos, que pasarán a ser diez. 

Así que yo, cumpliendo con una tradición milenaria, me propongo hacer varias cosas, esta vez con un tono más personal:

• Escribir como poco una vez al día, aunque sean diez minutos. 

• Confiar más en mi instinto, no pensar las cosas tanto y, así, no desaprovechar las oportunidades que se me presentan. 

• Seguir con mi propósito de principio de curso de ahorrar todos los fines de semana para, al final del mes, comprarme un libro para seguir llenando la estantería. 

• Seguir eliminando de mis pensamientos la misoginia interna que hace que las mujeres nos ataquemos las unas a las otras y conseguir no juzgar a nadie por la ropa que lleva. 

• No aguantar las gilipolleces de nadie. Hacer lo que quiera y enseñar el dedo a quien se atreva a cuestionarlo. 

• Volver a retomar la dieta tras el parón de Navidad (porque si las series tienen parón, yo también), no porque quiera adelgazar (lo cual me lleva al siguiente punto), sino porque quiero estar sana, quiero mirar mi analítica y que ni mi médico ni yo nos preocupemos porque me pueda dar un infarto con 19 años. 

• Aceptar mi cuerpo como es y no avergonzarme de él. Estoy harta de caminar por la calle y pensar que voy haciendo el ridículo. Y es que, aunque con la dieta he bajado de peso y reducido volumen, hay cosas de mi cuerpo que no puedo cambiar y que no me gustan, como el ancho de mis hombros o el tamaño de mis pechos, pero que he de aprender a aceptar, así como a quererme a mí misma y a mi cuerpo a pesar de ellas. 

• Llevar pintalabios más oscuro (esto podría entrar en el propósito de "hacer lo que me dé la gana", pero creo que se merece su propio apartado porque sí).

Y, bueno, básicamente es eso. Metería lo de crear la sección de libros, pero no estoy muy segura de ello. 

Espero que todos tengáis un buen año y que el mundo deje de cagarla de una vez. 

jueves, 5 de junio de 2014

Cambios.

He estado pensando durante un tiempo en que debería hacer algunos cambios por aquí. Y con "cambios" me refiero a una nueva sección para hablar de mi gran pasión en esta vida: los libros.

Sería una sección para hablar sobre libros, hacer unas modestas e inexpertas críticas, llorar por los personajes de los que me he enamorado (y los que me quedan).

Sería una manera de actulizar más frecuentemente, ya que me paso la vida leyendo, y creo que es una forma de alcanzar a un sector más específico de Internet.

Ya está. Creía que debía avisaros, todavía me siento algo responsable por mi pequeño dominio.

miércoles, 4 de junio de 2014

La fina línea entre la timidez y la ansiedad.

Sé que mucha gente suele decir que la timidez, en su justa medida, es algo mono en una persona, ya sea chica o chico. Y sí, a veces cuando ves a alguien sonrojarse mientras esboza una pequeña sonrisa o se muerde el labio te parece lo más adorable del mundo y lo único que te apetece en ese momento es darle a esa persona el abrazo de su vida y decirle que no pasa nada mientras tomáis té arropados por una mantita.

Pero, ¿cuál es el nivel no ideal de timidez de una persona? ¿Acaso es cuando una vez que se sonroja parece haber perdido la capacidad de hablar? ¿O, tal vez, cuando prácticamente sale huyendo de una situación incómoda? ¿Cuándo lo mono se convierte en patético y cuándo la timidez deja de serlo para dar paso a una cosa más fea e intangible?

En pocas palabras, ¿cuál es la línea que separa la timidez de la ansiedad social?

Veréis, la ansiedad social no es algo que me acabo de sacar de la manga, sino que se trata de la ansiedad (temor, preocupación) ante situaciones sociales, que, si perdura a lo largo del tiempo, puede derivar en un trastorno de ansiedad o fobia social (trastorno psiquiátrico), algo bastante grave, aunque a mucha gente le parezca una gilipollez.

No voy a fingir ser una experta en el tema, porque no soy psicóloga ni orientadora social, ni me han diagnosticado. Sólo soy alguien que se ha preocupado lo suficiente por su salud mental como para pensar que ese nivel de timidez no era normal e informarme un poco en Internet sobre ello, para después reconocer en los síntomas físicos y emocionales ciertas cosas que me suceden a mí cuando estoy en público (quiero que conste, por segunda vez, que no proclamo tener un trastorno de ansiedad social).

La ansiedad social es algo normal en la infancia, algo que se va en la adolescencia y la juventud. Es esa gran timidez (he aquí la palabra del momento) que tenemos cuando vamos a hablar en público o cuando estamos con alguien a quien no conocemos, sobre todo en situaciones en  las que se nos va a evaluar o juzgar.

El trastorno de ansiedad social es una fobia a ésta y otro tipo de situaciones sociales, tales como comer en público, subir al autobús o pagar por algo que se ha comprado. Estas situaciones provocan tal pánico a la persona que lo sufre, que puede llegar a sufrir un ataque de ansiedad, con dificultad para respirar, palpitaciones y dolor en el pecho, molestias en el estómago, sudoración en las manos, sonrojarse, etc.

Como veis los síntomas físicos son bastante evidentes y... digamos que molestos. La persona con un trastorno de ansiedad, además, evitará ciertas situaciones sociales (por no decir todas), así como hablar en público (con esto me refiero también a grupos de amigos) o de temas que no maneje, sonreír o incluso comer ciertas cosas en público por miedo a hacer el ridículo.

Por si no os lo habíais figurado a estas alturas, nada de esto es "mono" ni "adorable", y menos para el que lo sufre.

Para ilustraros, os voy a poner un ejemplo que me ha ocurrido esta misma mañana (repito que NO estoy diagnosticada con un trastorno de ansiedad social ni me han evaluado al respecto). Lo iba a escribir en un cuaderno, pero, ya que hoy al teclado de mi portátil le ha dado por funcionar en su totalidad, pues actualizo esto un poco y os lo cuento a vosotros (gracias por servirme de catarsis, por cierto).

Hoy he salido tres horas antes de clase porque quería estudiar un examen que tengo mañana, así que al salir de clase fui a una biblioteca de un centro cívico cerca de mi casa para cambiar de aires. No se me ocurrió (idiota de mí) que estamos en la semana antes de las PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad) y que este mes son los exámenes finales para los universitarios (como para todos), y que la biblioteca en cuestión es más bien pequeñita. La cosa es que fui. Y según llego, veo en las mesas de estudio unas caras que me suenan: resulta de eran unos antiguos compañeros de clase, unos con los que apenas he cruzado más de cinco palabras en todo el bachillerato. Cuando los vi, me dispuse a entrar en la biblioteca (ellos estaban en las mesas del pasillo de fuera) y resulta que estaba todo lleno, obviamente. 

Entonces lo sentí, la cara se me acaloraba mientras la sangre se apresuraba a extenderse bajo la piel de mis mejillas, sentía la agobiante sensación de que el pasillo era de repente muy pequeño y que todo el mundo me estaba mirando, mis antiguos compañeros sobre todo; sentía que me faltaba el aire mientras la boca se me quedaba seca y las manos me empezaban a sudar mientras la estancia parecía haber subido diez grados de temperatura. 

Sintiendo la necesidad de hacer algo, saqué mi iPod y lo apagué para sacar el móvil y hacer como que escribía un mensaje a alguien que parecía que debía estar allí, pero no estaba, como si necesitara justificar todas aquellas acciones, todo aquel ridículo. 

Salí del centro cívico con la certeza absoluta de que se estaban riendo todos de mí, de aquella cría idiota que miraba hacia la biblioteca buscando algo que parecía no encontrar y que no tenía ni idea de lo que hacía ni adónde iba. Estuve caminando varios metros, hasta que el centro cívico había desaparecido de mi vista, y me tuve que apoyar entonces en un banco porque me costaba respirar, hiperventilaba y no había modo de parar. Conseguí serenarme un poco para volver a caminar e ir a casa. Andar me distrajo un poco, pero lo único en lo que pensaba era en lo idiota que era por pensar en ir a la maldita biblioteca y que seguramente se estarían riendo de mí y se lo estarían contando a todo el mundo para reírse un poco más, cosa ridícula, porque lo más seguro era que ni siquiera se acuerden de mí. 

Conseguí llegar a casa, pero una vez allí todo fue peor. En cuanto cerré la puerta y me quité los auriculares del iPod, la hiperventilación aumentó, mientras decía sin parar "soy idiota", "no tendría que haber ido", "se están riendo de mí", "soy idiota"... 

En esos momentos el estómago parecía darme vueltas, tal vez fuera porque no parecía poder parar de moverme y dar vueltas o por la falta de oxígeno, pero notaba el estómago cada vez más revuelto. Intenté relajarme un poco inspirando profundamente por la nariz, conteniendo unos segundos el aire en los pulmones y espirando profundamente por la boca (he leído que esto activa el sistema nervioso parasimpático e inactiva el simpático, inactivando nuestros instintos de huida y la sensación de peligro inminente). Esto consiguió calmarme relativamente, pero el estómago seguía estando revuelto y las náuseas eran cada vez más fuertes. Al final tuve que ir al baño para intentar vomitar el desayuno que acababa de tomar poco antes. Mientras mi cuerpo se convulsionaba por las arcadas, me derrumbé. Rompí a llorar, y todos aquellos pensamientos funestos volvieron a irrumpir en mi cabeza. 

Estuve llorando durante varios minutos, sentada en el suelo del baño hasta que, por fin, toda aquella ansiedad, toda aquella preocupación, todo aquel miedo; se fueron y me quedé vacía, sin emoción alguna. Estuve así durante otros cuantos minutos, mirando al infinito, sin pensar, sin sentir, hasta que decidí que estaba lo suficientemente bien como para continuar con mi vida. Así que me levanté, me preparé un té verde y me metí en mi pijama más cómodo para estudiar y asentar un poco lo que acababa de pasar.

Y aquí estoy ahora, el té terminado, los apuntes sobre la mesa, y las irrefrenables ganas de expresar esto en palabras. Como ya he dicho unas tres veces, no estoy diagnosticada, ni me han evaluado psicológicamente, aunque episodios como éste hacen que me preocupe ciertamente por mi salud mental (tener un trastorno de ansiedad social es tener una enfermedad mental, aunque esto NO SIGNIFICA QUE LA PERSONA QUE LO SUFRE ESTÁ LOCA), porque esto a mí no me parece timidez, ni me parece adorable o que despierte la simpatía de la gente, sino más bien las burlas y el desprecio (así es el mundo, por desgracia).

Así que ya está. Espero haberos ilustrado y concienciado un poquito, y si no lo he hecho, al menos a mí me ha servido para soltarlo todo y quedarme algo más en paz conmigo misma, que nunca viene mal, ¿no?